martes, 22 de diciembre de 2015

SILENCIO II



Había una vez unos ojos
en los que perderme,
una mirada plena
en la que encontrarme,
un cuaderno en blanco
con el que atrapar
la brisa del Atlántico
entre dos versos ufanos
de Amor prohibido…

Hubo una vez
un par de botas,
gastadas y lindas,
que al andar pausadas
enardecían de hermosura
las viejas baldosas de Lisboa,

y una rotunda sonrisa
que se mostraba abierta
como un balcón con vistas
a los centros profundos
del Universo,

Hubo una vez una rua,
florida y discreta,
en la que yo,
-cobarde y prudente como siempre-
No me atreví a decir nada…


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NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.