lunes, 16 de mayo de 2016

QUÉ LINDO

Que suerte hallarte firme
entre mis escasas certezas,
no contarte entre los millones de dudas
que se acumulan pesadas bajo mis párpados,
que hermoso saber que existe un lugar
donde me gusta tanto estar,
pasar sin esperar ni exigir nada,
encogidito entre tus costillas,
gigante frente al horizonte abierto
de tu mirada de cobre,
donde el viento fragua vaivenes
de pura primavera
para desbrozar las cenizas del tiempo.

Qué relindo encontrar lumbre
entre las tinieblas,
candiles de utopía
tintineando en cada beso,
suspiros sinceros de dos corazones
que se encuentran en el camino,
la algarabía del alma tiritando
ante la vida,
una caricia que eriza los pliegues
profundos del centro mismo del amor.

Qué bueno mis manos temblando
sobre tu cintura,
las razones que perdimos
cuando enterramos las corazas
con los ecos de sables de la monotonía,
la entrega sin condiciones ni cadenas viejas,
el clamor valiente de los claveles
ensartando labios rotos de pasión,
un nombre, una palabra aguda y preclara,
una noche, dos, tres lunas cascabeleras
para ser libres más allá del marco de mi ventana...

qué bueno compartirnos compañera
sin más motivos que las ganas de ti,
de mí, de ser nosotros francos y desnudos
frente al alfeizar candoroso del futuro.

Juan Antonio González 

(Óleo de Cristina Calle Cordero)

domingo, 8 de mayo de 2016

SOÑARTE



Remendar jirones
a golpe de besos,
blandirme al jaleo
que sucede al silencio,
acuñar alforjas de futuro,
enhebrarme silente en tu pelo,
anudarme desnudo
a tus brazos puros de terciopelo.

Y prenderme ingrávido
del balcón de tus pestañas
para estañar esta linda utopía
a los bordes próximos del alma,

Contarte, soñarte en un verso perpetuo,
en los pisotones que enjaretan mi camino,
ovillarme franco en un humilde pretexto
para que me lleves contigo…


Acrílico sobre lienzo de C. Calle Cordero


NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.