viernes, 9 de diciembre de 2016

CUANTO...


Duelen hoy mil veces más
las aceras grises que suelo pisar,
las fotos en blanco y negro
en las que abruma tu sonrisa,
los ojillos color miel
-que no te conocen-
pero que estos días te lloran
tanto como te lloramos todas.


Duele tanto hoy el día a día,
tomarse un café caliente,
sentirse vivo añorándote,
sabiendo cuanta falta me haces,
nos haces,
le haces al mundo este
que se empeña en ir a la deriva.


Y cuanto te sigo echando de menos
padre mío, cuanto...

y Cuanto me gustaría que pisaras
firme la calle nueva que ando construyendo,
las baldosas del pasillo abierto en el que vivo,
las esquinas que tu nieta vuela
a golpe de caderas y fantasía;
Cuanto me gustaría que la llevaras de la mano
por la calle,
que le enseñaras a ser como tú,
valiente, justa y solidaria,
sencillamente eterna...

Y cuanto, cuantísimo
me gustaría que te miraras profundo
en los ojos en los que me pierdo,
en los que he decidido perderme para siempre,
plantarme, no salvarme, entregarme
sin corazas ni amuletos;
que contaras con ella como lo hago yo,
no hasta dos o hasta diez,
si no para saber a ciencia cierta
que ella es la compañera
que me hace invencible.

Y cuanto me gustaría que supieras de mi alegría,
del camino lento pero firme que voy recorriendo,
que lindo sería recorrerlo a tu lado padre,
(en verdad estás, te tengo en cada paso que doy)
y cuanto me gustaría que tu sangre revolucionaria
regara los horizontes que esperamos,
que trabajamos de a diario en el barrio,
en el tajo y en la calle,
cuanta falta haría tu clarividencia en la batalla,
esa entrega tuya perpetua,
la revolución constante que practicabas
desde el portal de tu casa
y hasta el futuro abierto que anhelabas,
y que todas vamos cultivando
golpe a golpe,

Cuanto me gustaría abrazarte padre
y cantarte al oído lo mucho que te quiero,
lo mucho que necesitan mis manos
de las tuyas,
mi alma de tu presencia gigante,

hoy, como ayer y como siempre,
te sigo echando tanto de menos... 


NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.