miércoles, 29 de diciembre de 2010


En estas fechas en que palabras tan hermosas como “felicidad”, “paz” o “amor” son secuestradas por las campañas publicitarias, el consumo y los malditos adalides de este injusto sistema, para ser vendidas como un subproducto más de esta ola de consumismo salvaje que significa la navidad, quiero recuperarlas para la causa y hablaros del verdadero amor...

AMOR

Gritar al viento las verdades del barquero,
con el alma entre los dientes,
aunque me duela,
aunque nos duela,
aunque nos cueste el aliento y la salud.

Cantar aquello que queramos decir
y no lo que debamos contar.

Yo, prefiero dialogar con el viento,
pasear entre las nubes,
guardar mis sueños en un cráter de la Luna
para estallar en utopías de cuando en cuando.

Yo, prefiero ser como soy,
aunque a veces
-que digo a veces,
aunque siempre duela-
aunque el horizonte no se abra
para aquellos y aquellas
que cimentamos nuestro futuro
en los abrazos y las sonrisas.

Para mí, no hay más patria
que los adoquines de mi calle,
que el viento rompiendo abrupto
en una esquina de la avenida de la Mar,
que todos y cada uno de los continentes.

Para mí, el amor no es un “Sí, Quiero”,
ni una firma en un papel,
ni siquiera un espacio compartido
en el que construir realidades cotidianas.

Para mí, el Amor,
es ese galopar violento
de la sangre por las venas,
es la palabra,
ese palpitar que quiebra
las entrañas mismas de la tierra.

Es una mano digna
ayudando a levantarse a la mitad del mundo,
un capricho, un silencio,
un susurro,
un amanecer de primavera junto al mar,
una pequeña victoria
con la que seguir comiéndole terreno
a la bestia negra de voraces colmillos
que nos ahoga con sus números tristes
y sus inquisitoriales prisas.

Es una mirada que lo dice todo
sin decirnos nada,
es un beso de esos que rasga
y rompe las cristaleras del alma,
es un amigo terco
diciéndote lo que no te gusta oír,
es un milagro, una batalla,
un poema cantado a la luz de un candil,
una llamarada de ilusión
ante el oscuro abismo que nos maltrata,
es el llanto primero y último,
el compromiso adquirido con uno mismo
de ser mejor cada día,
es lealtad y paso firme,
un obrero gritando basta,
una huelga, un recuerdo,
el ejemplo de los que se fueron
y el esfuerzo de los que quedamos,
es simple y llanamente
purita Revolución.


Juan Antonio González Molina

jueves, 9 de diciembre de 2010

TRISTEZA Y ALEGRÍA

A mi padre



Toma padre esta manita
que aun no ha despertado,
seguro que llevará tu mirada fija,
seguro que su sangre
-que es la tuya-
cabalgará sin pausa soñando utopías.

Porque estarás en su alma,
tan presente y tan firme
como estuviste en las aceras preclaras
de los puertos que pisaste,
en los rostros circunspectos
de todos los hombres que fuiste
o en los puños cañoneros
de todos los compañeros yertos.

Y estarás en cada una de las lunas
que se pongan sin remilgos
sobre los pliegues de su falda
de mujer valiente,
en el tragaluz mágico que tendrá por ojos,
en la voz suya que cantará “Batalla”
en nombre de su abuelo y de su gente,

Hoy padre mío,
las lágrimas que firmo
mezclan tristeza y alegría a partes iguales:

Tristeza de ayer y siempre
desde que te marchaste,
negra tristeza de no hallarte;

y Alegría como esperanza,
Alegría inmensa de esperarte,
de traerte de vuelta
en alguno de sus gestos,
en su mirada,
tal vez en un guiño cierto
o en la primera de las palabras
que descorche su garganta,

puede ser que te encontremos
en las arrugas de su frente,
en su forma de pisar
las baldosas del pasillo,
en los colmados deditos
de sus manos diminutas,
o quizás, como no,
en su corazón latiendo,
“llamando a rebeldía” como el tuyo.
Quizás vuelvas en su soñar tranquilo
de conciencia clara,
quizás en su rostro
o quizás, en la luz de sus mejillas coloradas,

pero seguro padre mío
que estarás en la sonrisa franca
de día rojo y noche plena
que lucirá en los labios
tu nieta linda de pura plata.

Juan Antonio González Molina
(Te sigo echando muchísmo de menos...)
NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.