martes, 5 de diciembre de 2017

INCONDICIONAL


Y es que cuando yo te amo
y siento que tú me amas
la vida ya no da más tregua
a la muerte,
es como si desafiara
-ferozmente-
al tiempo y la memoria,
es como si ya no quedara,
como si ya no fuera posible
otro rumor que el viento
acariciando tenuemente los páramos
emancipadamente abiertos,
que cobijan frugales
los cuerpos desnudos
de aquellas que juramos
cambiar a dentelladas
los pliegues adustos de este mundo.

Y es que cuando yo te amo
y siento que tú me amas,
el universo desiste de existir
más allá de tu mirada,
para contarme a mí,
para contarnos a todas
desde la utopía revolucionaria
de tus pupilas,
que ya por siempre será primavera
sobre nuestras impúdicas costillas
de amantes eternas.

Juan Antonio González Molina

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NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.