(A Federico...)
Poco importa la grava
bajo la que reposen tus huesos
si tus versos florecen de rosas blancas
en las esquinas del Albaicín de Granada,
si estás presente en la huerta San Vicente
tarareando una canción olvidada,
te has hecho eterno poeta
entre la sombra y la luz
con tu palabra
entre la marea y la quietud
silbando como una bala envenenada.
Que importa el lugar
o las exactas coordenadas
si tu voz vibra gallarda
por encima de las murallas
de tu Alhambra,
si toda la ciudad al alba
despierta recitando abierta
tu ‘Gacela de raíz amarga’:
Duele en la planta del pie,
el interior de la cara
y duele en el tronco fresco
de noche recién cortada.
¡Amor! Enemigo mío
¡muerde tu raíz amarga!
Importa bien poco o nada
que no hallen ni encuentren tu cuerpo
si tu alma resuena y canta
sobre la luna mora
que baja mortal a la fragua,
si montas valiente
al caballo en la montaña,
que más da poeta de la vida
que no estés en la tierra
si cabalgas sobre las alas del viento,
si tu calle, tu gente y tu pueblo
han hecho suya tu balada,
si tu muchacha dorada
-al bañarse-
sigue dorando el agua,
si los negros cuervos
que cercenaron tu garganta
se mueren de vergüenza
ante la desvergüenza canalla
de su hazaña cobarde
de cuneta y maldición.
No quise.
No quise decirte nada,
pero el eco limpio de tus pasos,
la indeleble huella de tu marcha,
ha llenado del mundo los ojos
de brisa, de risa y de Oro.
Juan Antonio González
miércoles, 1 de septiembre de 2010
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NANAS DE LA CEBOLLA
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.
Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQuerido Juan Antonio.
ResponderEliminarMe alegro de volver a leerte. Se te echa mucho de menos.
Federico García Lorca... Sabes que, como te ocurre a ti, es uno de los poetas que más admiro. Sé que él ha sido uno de los benditos culpables de que tú seas hoy un maravilloso poeta. Los dos sabemos la pasión, la sensibilidad, la genialidad, el duende que poseía y que era capaz de transmitir a través, no sólo de su poesía, sino también de su fuerza y su magia al recitar, al entonar a través del piano aquellas preciosas canciones andaluzas populares. Los dos sabemos la vida que desprendía... Y los dos sabemos que todo eso no podía quedarse sólo en lo material, en lo físico, sino que algo tan genial, está muy por encima de eso, motivo por el cual creo "a pies juntillas" que, por supuesto, sus poemas siguen por las calles de Granada, del Albayzín (me gusta escribirlo así), de la vega, de Fuentevaqueros, de La Huerta de San Vicente, de El Rinconcillo, del bosque de la Alhambra, de Asquerosa, de la Residencia de Estudiantes,...Pero también sé que su alma no ha podido alejarse, eso le apenaría profundamente, igual que cuando visitó Nueva York y echaba tanto de menos su tierra.
No me creerás, pero este año, en la conmemoración al 74 aniversario de su muerte, me acordé de ti cuando Luis García Montero recitaba sus poemas.
Uufff!!! Este tema me llega muy hondo, (sé que lo sabes).
Siento haberme extendido tanto, pero no he podido, ni querido evitarlo.
Cuídate.
Un beso.
Un gusto llegar y volver a leerte. Genial, como siempre.
ResponderEliminarUn saludo.
(:
Gracias por este enorme homenaje a Federico!!
ResponderEliminarEs verdad ! "... su voz sigue vibrando gallarda"!!!!
"...si cabalgas sobre las alas del viento,
si tu calle, tu gente y tu pueblo
han hecho suya tu balada,"
Inmortal!
Desde luego, amigo, qué importa dónde esté la materia si el espíritu sigue indeleble entre nosotros. Que no busquen más, Federico sigue vivo.
ResponderEliminarMe alegra volver a tu casa.
Un abrazo.
hace muchísimo que no venía!he visto desarrollar tu poesía, ese pontencial utópico que tenes, me parece excelente,que así sea...
ResponderEliminarte dejo un saludo,de mis huellas,como seguidora!
abrazos
lidia-la escriba