entre mis escasas certezas,
no contarte entre los millones de dudas
que se acumulan pesadas bajo mis párpados,
que hermoso saber que existe un lugar
donde me gusta tanto estar,
pasar sin esperar ni exigir nada,
encogidito entre tus costillas,
gigante frente al horizonte abierto
de tu mirada de cobre,
donde el viento fragua vaivenes
de pura primavera
para desbrozar las cenizas del tiempo.
Qué relindo encontrar lumbre
entre las tinieblas,
candiles de utopía
tintineando en cada beso,
suspiros sinceros de dos corazones
que se encuentran en el camino,
la algarabía del alma tiritando
ante la vida,
una caricia que eriza los pliegues
profundos del centro mismo del amor.
Qué bueno mis manos temblando
sobre tu cintura,
las razones que perdimos
cuando enterramos las corazas
con los ecos de sables de la monotonía,
la entrega sin condiciones ni cadenas viejas,
el clamor valiente de los claveles
ensartando labios rotos de pasión,
un nombre, una palabra aguda y preclara,
una noche, dos, tres lunas cascabeleras
para ser libres más allá del marco de mi ventana...
qué bueno compartirnos compañera
sin más motivos que las ganas de ti,
de mí, de ser nosotros francos y desnudos
frente al alfeizar candoroso del futuro.
Juan Antonio González
(Óleo de Cristina Calle Cordero)