Duelen hoy mil veces más
las aceras grises que suelo pisar,
las fotos en blanco y negro
en las que abruma tu sonrisa,
los ojillos color miel
-que no te conocen-
pero que estos días te lloran
tanto como te lloramos todas.
Duele tanto hoy el día a día,
tomarse un café caliente,
sentirse vivo añorándote,
sabiendo cuanta falta me haces,
nos haces,
le haces al mundo este
que se empeña en ir a la deriva.
Y cuanto te sigo echando de menos
padre mío, cuanto...
y Cuanto me gustaría que pisaras
firme la calle nueva que ando
construyendo,
las baldosas del pasillo abierto en el
que vivo,
las esquinas que tu nieta vuela
a golpe de caderas y fantasía;
Cuanto me gustaría que la llevaras de
la mano
por la calle,
que le enseñaras a ser como tú,
valiente, justa y solidaria,
sencillamente eterna...
Y cuanto, cuantísimo
me gustaría que te miraras profundo
en los ojos en los que me pierdo,
en los que he decidido perderme para
siempre,
plantarme, no salvarme, entregarme
sin corazas ni amuletos;
que contaras con ella como lo hago yo,
no hasta dos o hasta diez,
si no para saber a ciencia cierta
que ella es la compañera
que me hace invencible.
Y cuanto me gustaría que supieras de
mi alegría,
del camino lento pero firme que voy
recorriendo,
que lindo sería recorrerlo a tu lado
padre,
(en verdad estás, te tengo en cada
paso que doy)
y cuanto me gustaría que tu sangre
revolucionaria
regara los horizontes que esperamos,
que trabajamos de a diario en el
barrio,
en el tajo y en la calle,
cuanta falta haría tu clarividencia en
la batalla,
esa entrega tuya perpetua,
la revolución constante que
practicabas
desde el portal de tu casa
y hasta el futuro abierto que
anhelabas,
y que todas vamos cultivando
golpe a golpe,
Cuanto me gustaría abrazarte padre
y cantarte al oído lo mucho que te
quiero,
lo mucho que necesitan mis manos
de las tuyas,
mi alma de tu presencia gigante,
hoy, como ayer y como siempre,
te sigo echando tanto de menos...
Me ha hecho llorar. Yo siento lo mismo.
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