La intensa campaña de criminalización1 e intoxicación informativa previas desarrollada por el gobierno de la nación contra la acción ciudadana planteada el pasado 25 de Septiembre, y culminada con un proceso vano de convertir la reivindicación pacífica en un problema de orden público desplegando un dispositivo policial desmesurado2 con pocos precedentes en la vida democrática española y llevando a cabo una represión policial final de una dureza excesiva3, vienen a corroborar que desde los movimientos sociales de base que se vienen desarrollando en el país desde hace algo más de un año, se está poniendo el dedo en la llaga.
El 25S ha supuesto un paso más en el proceso
iniciado por la ciudadanía el pasado 15 de Mayo de 2011. Esta vez no se trataba
de mostrar una vez más la alta indignación que sufrimos la inmensa mayoría de
los españolitos de a pie, sino de exigir a la clase política un cambio de rumbo
que devuelva la soberanía al pueblo, que ponga la economía al servicio del
ciudadano y no de poderes empresariales y financieros cuyos intereses distan
mucho de los intereses de la mayoría2. Se trataba simple y
llanamente, de poner encima de la mesa un nuevo horizonte que se está gestando
en los barrios y pueblos del estado español.
La gente que salimos a la calle el 25 de
septiembre jugándonos el tipo de manera literal, creemos que es el momento de
tomar la calle y generar espacios de reflexión y decisión que sustituyan a los
institucionalmente establecidos. Lugares donde las decisiones emanen del
ciudadano y de sus intereses. El sistema capitalista ha terminado por vender
nuestra soberanía a los mercados, y ha llegado el momento de decir Basta, de
ocupar las calles, las plazas, las viviendas desocupadas, los centros cívicos y
culturales que se suponen que están a nuestro servicio, las fábricas y los
lugares de trabajo, las escuelas, los institutos y las universidades, los
campos de España, todos deben ser gestionados por las personas que viven,
trabajan o usan estos espacios. Se trata de ir creando poco a poco espacios
autogestionarios al margen del poder establecido.
Los casos de cooperativas laborales o
agrarias, las asambleas de barrios y pueblos donde la gente se organiza para
llevar a cabo lo que desde las instituciones no quiere hacerse, se multiplican
por el territorio nacional, y cada uno de ellos, funcionando de manera paralela
e independiente respecto a los órdenes institucionales, van restando poder al enemigo.
Los sindicatos mayoritarios y los partidos de la izquierda institucional han
demostrado su incapacidad para superar este sistema y encauzar el descontento
ciudadano, ya es hora de que abandonen sus poltronas y cargos, de que dejen a
un lado las subvenciones y los privilegios que el estado les otorga, y que a la
voz de “ya”, dejen de desarrollar el papel de “apagafuegos” de conflictos
sociales a los que el sistema les ha relegado en los últimos años. Deben
sumirse en una profunda reflexión interna y empezar a escuchar la voz de los
ciudadanos que el 25S dimos un paso más en la lucha por cambiar este sistema
capitalista criminal y depredador que amenaza con la destrucción de la
humanidad, y que atenta especialmente contra los intereses de la clase
trabajadora. Este es el camino compañeros y compañeras, los cauces
institucionales se han mostrado insuficientes para lograr los objetivos
marcados y aglutinar a una mayoría de ciudadanos que han optado por un cambio
real y verdadero de la situación.
Ha llegado la hora de decidir, de poner el
pie a un lado o a otro de la brecha cada vez más profunda que se está abriendo
en las entrañas de nuestra sociedad, en definitiva, de resignarse o rebelarse.
Ha llegado la hora de la calle, de la gente honesta y valiente que creemos en la
justicia social, es la hora de los pueblos y la batalla no ha hecho más que
empezar._________________________________________
Juan Antonio González Molina
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